Primeras páginas: El país de las últimas cosas
La prolífica carrera literaria de Auster tiene en esta novela a uno de sus
puntos sacrílegos más importantes: Una chica mimada y pija escribe una carta a su novio desde el país de las últimas cosas.
Todo es desolación en la ciudad: la gente se apunta a clubes de suicidio,
los corredores corren hasta caer de cansancio y mueren desfallecidos,
la gente paga para que asesinos a sueldo les liquiden,
el paisaje cambia, la gente no es fiable...
El desgarrador relato de Auster retrata una ciudad imaginaria,
pero quién sabe si realmente la ciudad que describe Anna Blume
no existe de forma encubierta en nuestra sociedad.
Aquí os dejo la primera página:
Estas son las últimas cosas - escribía ella-. Desaparecen una a una y
no vuelven nunca más.
Puedo hablarte de las que yo he visto, de las que ya no existen;
pero dudo que haya tiempo para ello.
Ahora todo ocurre tan rápidamente que no puedo seguir en ritmo.
No espero que me entiendas. Tú no has visto nada de esto y
aunque lo intentaras no podrías imaginártelo.
Estas son las últimas cosas. Una casa está aquí
un día y al día siguiente desaparece.
Una calle por la que uno caminaba ayer, hoy ya no está aquí.
Incluso el clima cambia continuamente: un día de sol, seguido
de uno de lluvia, uno día de nieve, luego unoi de niebla; templado, después fresco, seguido de viento de quietud; un rato de frío
intenso y hoy, por ejemplo, en pleno invierno una tarde de luz esplendorosa,
tan cálida que no necesitas llevar más que un jersey.
Cuando vives en la ciudad, aprendes a no dar nada por sentado.
Cierras los ojos un momento, o te das la vuelta para mirar otra cosa
y aquella que tenías delante desaparece de repente.
Nada perdura, ya ves ni siquiera los pensamientos de tu interior.
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